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La vida en "Puente Grande"

  • Diana Sotelo
  • 3 feb 2016
  • 4 Min. de lectura

Esto es lo que se relata en el libro de "los malditos" escrito por el periodista Jesús Lemus después de ser incriminidado y llevado a ésta prisión, quien a pesar de estar en una situación “poco favorable” comprende que estar rodeado de algunos “grandes” del crimen, puede mantenerlo cuerdo, y así es como decide narrar las historias de éstos hombres, que a su parecer “Son hombres apagados, son hombres que están muertos en vida, nos les ve mayor rasgo más allá de la pena que se les refleja. El sólo hecho de estar encerrado te va consumiendo todos los días y lo ves en todos los presos”.

El único hombre que “ganó” mi admiración, por la fortaleza y respeto que, según cuenta el libro, mantenía dentro de la cárcel es El Chapo, por la forma en la que hablan los presos de su fuga y que a pesar de ser, a mi parecer, “el pez gordo” dentro de esa prisión, lo respetan y aprecian; ellos describen a un personaje que ayudaba, sin importar el grupo o cártel pertenecías.

Se le considera una leyenda dentro del penal, algo que ya no está y, sin embargo, vive día con día en la memoria de cada uno.

Es por esto que considero a Joaquín Guzmán como el que se mantuvo vivo realmente dentro de ese infierno, ya que a pesar de todo, reflejaba siempre respeto y así era tratado por todos, por presos y por oficiales, que aunque no es lo correcto, se ponían, quizá no al servicio, pero si en una posición accesible para cumplir órdenes o caprichos de El Chapo Guzmán.

Conocer la personalidad de éstos presos, es quizá, lo que más llamó mi atención; por ejemplo: se narra que Mario Aburto, quien está detenido por ser el asesino de Colosio, quien a pesar de los años, evade por completo el tema del asesinato; el cual se presume que fue realizado por mandato de los “altos gobernantes” para así quitar del camino a un político que prometía ser “un cambio real” para el país, es así como se presume que se manejan los tiempos difíciles dentro de México, con asesinatos por encargo y manejo de los “culpables” a conveniencia de aquellos que poseen los recursos y los contactos, para hacer que cualquiera desaparezca sin tener que preocuparse por las consecuencias que le son impuestas a alguien más.

Dentro del libro también describe al señor Rafael Caro Quintero quien se muestra como una persona absorta en sus pensamientos, y que rara vez habla o se relaciona con alguien más; ésta personalidad es común dentro de los reclusorios, yo pienso que es producto del estar encerrado después de haber cometido infinidad de delitos, que por lo general no pesan en la conciencia, esto es como poner en cautiverio a un animal salvaje, como dice Jesús Lemus: “es algo que te va matando lentamente”, y no es para menos; a pesar de tener merecido su castigo, las personas se acostumbran a una forma de vida, en la cual siguen sus propias reglas sin importar si sus actos son aceptados o no moralmente, y al ser movidos de esa zona de confort no les quedan muchas razones motivantes para seguir interactuando con su alrededor; personalmente, no me imagino a uno de los grandes narcotraficantes de la historia sin razones para vivir, como quien dice “apagado”, pero tampoco me es imposible de creer por el miedo impuesto y el cambio de vida forzado al que se enfrentó al pisar la prisión; éste cambio y sentimiento de rechazo a un estilo de vida es palpable en cada preso, y es algo que los acompaña día con día en la cárcel.

El propio periodista lo vivió en carne propia y dice que “El miedo era algo que estaba todo el día contigo, todo el día pegado a la piel de uno pensando hasta cuándo iba a ser el último día en la cárcel, pero debo aclarar que ese miedo venía de la conducta de los vigilantes (..) Sí, me torturaron dentro de la cárcel, la tortura comenzó desde el ingreso, es una especie de bienvenida”.

Actualmente, la situación dentro de las prisiones no ha cambiado mucho; siempre vamos a encontrar a alguien que éste ahí metido por error o por mandato de los grandes titiriteros, que con engaños y dinero, manejan todos los hilos con los que se mueve el país y la política en general, esto se vio totalmente expuesto en la película “presunto culpable”, en dónde la posición económica del “acusado” le impedía defenderse de la manera correcta, y por esto estuvo cautivo del mundo durante dos años, hasta que, con ayuda de la misma producción logra demostrar su inocencia y la falta de compromiso y responsabilidad, con su trabajo, de los servidores públicos que deben proteger la integridad y justicia de los más marginados.

Dentro del texto, ésta situación, que es tan típica en nuestro sistema de justicia, es experimentada por el secuestrador conocido como “El mocha-orejas”, que a pesar de ser culpable de múltiples casos de tortura y mutilación, le fueron impuestos diferentes cargos, con los que su pena aumentó y así, los interesado en su caso, conservaban la seguridad de que no saliera al mundo “real”, quizá como protección para aquellos a quienes su silencio les valía la seguridad o comodidad de conservar su vida como la conocen, sin afectar a nadie a excepción de un delincuente a quien, a simple vista, nadie va a defender y a nadie le va a importar realmente lo que suceda o no, con dicho personaje.

Imponer miedo para ganar respeto fue, es y será por mucho tiempo, la forma de vida dentro de la cárcel y para mi, más que ser privado de la libertad o sometido a castigos crueles, es el peor final que alguien puede tener, ya que vivir con miedo, es algo que tarde o temprano te destruye.

 
 
 

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